18 de Agosto de 1987
Querido Sal,
Si alguien me hubiera dicho que iba a escribirle una carta
muy larga a alguien, le habría dicho que aún no he
conocido a la persona que merece una carta muy, muy larga
de mi parte. No tanto porque no escriba cartas o no me
guste escribir cartas, sino más bien porque tengo tantas
cartas que responder cada día que trato de hacerlas lo
más breves posible.
Sin embargo, eso fue antes de conocer a un apuesto joven
llamado Sal Jaef. Sí Sal, yo también quedé muy impresionado
con tu amistad, calidez y honestidad.
No me pasó desapercibida tu forma imperceptible de analizar a las
personas. “Capté” rapidamente tu visión de casi todo lo que
tratamos, desde la implantología en sí misma como una especialidad
multidisciplinaria verdadera y honesta, hasta los
diversos tipos de personas que intentan ubicarse en el nivel
académico con muy poco conocimiento, habilidades y experiencia.
perspicacia y falta de la honestidad que es más importante
cuando se trata de enseñar o incluso hablar sobre un tema
tan importante como es la implantología.
Quiero agradecerte desde el fondo de mi corazón, tus sentimientos
y la profunda impresión que te he causado. Realmente
fuiste amable ya que no era necesario mencionar nada. La
verdad real sobre mí, incluso más que los aspectos implantológicos,
es que, como mis amigos de toda la vida con los que
crecí y que todavía son muy cercanos a mí, sigo siendo
el “mismo chico de Brooklyn” que, a pesar de haber superado
la “cortina de titanio” (llevé el titanio a los EE. UU. con
mis primeras Vent-Plants en 1963) y que nunca ha
cambiado, ni lo haré yo. Para mí, la honestidad significa
más que todo el dinero que uno puede ganar en su vida, así como
qué tan alto puedo subir esa escalera del éxito. Hay muy
pocas personas que he conocido en mi vida a las que pueda
colocar en esa categoría.